Estás a cargo de un equipo de directores talentosos, pero están sometidos a una presión diaria intensa.
Has implementado una organización personalizada de gestión del tiempo basada en tus necesidades, escuchas a cada miembro de tu equipo y practicas la gestión con compasión.
Sin embargo, desde hace algún tiempo, el rendimiento del equipo ha estado disminuyendo, los errores se están multiplicando y el ánimo del equipo se está desmoronando gradualmente.
Confías en cada uno de ellos, todos son muy competentes y leales. ¿Cómo explicar esta disminución en la eficiencia y el rendimiento?
En una palabra: ¡estrés!
Acumulado individualmente en aspectos personales y profesionales de la vida, cuando se experimenta con demasiada frecuencia, ¡perturba la máquina humana!
También obstaculiza la productividad colectiva y la cohesión del equipo, y el ausentismo está peligrosamente en aumento.
Tienes excelentes KPI para hacer seguimiento, métricas en todas partes, sin embargo, es muy probable que no estés midiendo los niveles de estrés de tus equipos.
Tampoco mides el costo del estrés en tu empresa, y si lo hicieras, combatir esta dolencia del siglo se convertiría en una de tus prioridades.
¡Es hora de detener la hemorragia y llamar al Capitán Givré!